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jueves, 24 de abril de 2014

CENTENARIO DE LA GRAN GUERRA. MEMORIAS DE UN CORRRESPONSAL EN BERLIN. LAS GUERRAS LAS CARGA EL DIABLO. ACTUALMENTE VIVE EL MUINDO UNA BATALLA POR LA DESINFORMACIÓN EN LOS MEDIOS ESPAÑOLES
este blog defiende la unidad de España y a su cultura







GUERRA DEL 14 CENTENARIO. BAJO LOS TILOS. RICARDO LEÓN

 



Cien años se cumplen de la “guerrona”. España se mantuvo, para bien, neutral de aquella carnicería. Nombres como el de Hindenburg o del mariscal Joffre o de Eduardo Dato no son  hoy más que un recuerdo pero en las hemerotecas se puede aun disfrutar de los artículos de uno de los periodistas más eximios hoy también en el baúl de los recuerdos: Ricardo León, enviado especial del Imparcial. Formó junto con Enrique Domínguez Rodino por La Vanguardia y Javier Bueno por ABC el trío de la fama cuyos despachos pueden gozarse  cien años después sin haber perdido un ápice de actualidad en las hemerotecas. Se trata de un tipo de periodismo literario o de alto coturno que el que suscribe admirado por la originalidad y excelencia de aquellas plumas galanas trató de imitar en el ejercicio de mis corresponsalías en Londres y en Nueva York. Porque la prensa, contraviniendo esa norma tan preciosa de las seis W del agrado de los anglosajones como genero literario se acerca a la novela y al drama. ¡Viva lo subjetivo! En la actualidad cuando vivimos en el mundo de la imagen también los videos pueden ser manipulados y el periodismo ha dejado de ser un género literario para frisar en lo propagandístico- como moneda de cambio con que el Gran Poder controla a sus rebaños- siendo fruto y usufructo de la realidad virtual.

 Las crónicas de León enviadas desde el frente ruso o desde los campos del Marne hoy deberían figurar en las antologías, detallan su acucia, la propiedad del lenguaje, el dominio idiomático así como una visión cosmológica de la historia. Dice en uno de sus envíos glosando al cardenal Richelieu: “ la guerra es necesaria muchas veces conserva las monarquías purga los malos humores de los pueblos y aunque trae calamidades acarrea no pocos bienes por ser un incentivo al progreso”. La visión del purpurado francés coincide con la opinión de los talmudistas oues cabe recordar que este vasallo del Rey Cristianísimo (título otorgado por los papas a los monarcas franceses) el gran monseñor, nació en el ghetto de París; se le considera el mayor enemigo de España, un paradigma de hispanofobia (secundó la gran sublevación catalana contre el Conde Duque de Olivares e invadió Barcelona con las tropas del “Cristianísimo”) vuelve a estar en danza resucitado por Arturo Mas y las barricadas de Kiev porque las guerras, como las escopetas, las carga el diablo y mucho tiene que ver con ese dios semita al que llaman Moloch pero el que juega con fuego siempre acaba abrasándose en él. Ceremonia de la confusión. Nuevos fascismos.
 
 

Frau Merkel que nunca gasta minifalda lleva pantalones nos recuerda un poco a  un Hitler sin bigote, con melenita rubia y cara de pepona. ¿Enviará de nuevo los panzer contra Ucrania el granero de Europa las grandes reservas de gas recordando al ejercito blindado de Guederian que se estrelló en el antemural del Caúcaso esto es la gran batalla de Stalingrado? Las espadas se hallan en alto nuevamente, bonita manera de conmemorar aquella tragedia. Cabe recordar que Rusia a costa de muchísima sangre y sufrimiento por lo que tales memorias del siniestro centenario que nos ocupa nos colocan nuevamente en el disparadero de la muerte y de la larga lista de cruces a la entrada de los pueblos de Gran Bretaña, Francia e Italia con esa inmensa caterva de lisiados viudas huérfanos inválidos que la gran conflagración dejó a sus espaldas. Es la sombra del Marne y la batalla del Dome envuelto en el barro de las trincheras que se acerca, el perfil de la guadaña de la parca que aguarda en un recodo de la carretera. Esta visión talmudista de la guerra como partera de la historia -nos recuerda Ricardo León- contrasta con el enfoque del pensamiento clásico en la Escuela de Salamanca que plantea por primera vez los derechos del hombre desde el miradero de lo cristiano adelantándose a Rousseau y al habeas Corpus de Hobbes que lo realizan desde un ángulo meramente laico: el padre  Suárez, Mariana, Márquez, Saavedra Fajardo, Quevedo, Navarrete y Nieremberg. Para los españoles la guerra no es un ángel que bajó del cielo sino un demonio que subió del infierno a la tierra armado de la quijada con que Abel fuera muerto por su hermano Caín. Don Francisco de Quevedo en su política de dios y gobierno de cristo se decanta por la guerra justa o  defensiva: Jesús nos enseñó a vencer huyendo, él nos enseñó a vencer con la paz, a vencer con morir… esta es la conquista de las almas, no de los temporales reinos y con esta doctrina ganó todas las provincias. Amarga es la consigna fruto de una máxima divina más que humana: amar a los enemigos, volver la otra mejilla. Sin embargo-insiste don Francisco el caballero de las espuelas de oro el perfecto español- las doce tribus de Israel jamás llegaron a conseguir lo alcanzado por estos doce pobres pescadores rudos en alpargatas que no llevaban bolsa ni alforja. La primera conflagración universal es el primer capítulo de esa rebelión universal contra las enseñanzas evangélicas y acaso la primera fase de un periodo apocalíptico. ¿Se empezó a abrir el séptimo sello?

Este escritor malagueño que se ganaba la vida como escribiente del Banco de España nos sume casi en una meditación de Novísimos con su prosa elegante, deliciosa, sin resabios aunque a algunos haya podido parecer pedante pero llena de los recursos de un idioma tan extraordinario como el castellano. Nos habla del ceñidor de Venus, del yunque de las razas y cuenta las peripecias de su paseo por Paris la ciudad iluminada sumida en la oscuridad y en los lutos de la guerra, de las dificultades que tuvo en un pueblecito del Franco Condado, en Frasne, al intentar pasar a Suiza. El Deuxieme Bureau o servicio de contraespionaje galo le toma por espía. Al fin consigue convencer al aduanero asegurándose que se dirige a Lausana a tomar los baños sin que la turba de corchetes y esbirros quede demasiado convencida de las explicaciones de este amanuense y covachuelista madrileño que junta números y letras sin demasiada fortuna porque los versos y el oro no suelen hacer casi nunca cama redonda y la vida de los poetas se encuentra constreñida por dificultades y penurias[1].
 
 
 

Acuciado por esa comezón de la curiosidad y de la novedad informática de los hombres de letras marchó a los campos de exterminio- toda Europa era un inmenso cuartel- y se ofreció como corresponsal de guerra al “Imparcial”. Las observaciones que efectúa a lo largo de sus despachos son primordiales:  Suiza. He aquí un pueblo falto de cuantos vínculos y razones integran el concepto de nacionalidad; ni la geografía ni la estirpe ni la lengua ni la fe le unen y a pesar de ello es quizá el pueblo mejor avenido el más patriota y feliz del mundo. Carece de un lazo común de origen de religión e idioma. Es germánica italiana francesa judía católica secuaz de Lutero y de Calvino y de todos los heresiarcas y filósofos. Suiza pastora trashumante hostelera alabardera y mercenaria cuya personalidad consiste en adaptarse a todas sin tener ninguna. Suiza chiquita y pobre que manda a sus hijos poetas y pensadores soldados relojeros azacanes y artífices a servir en casa ajena es con todo un pueblo singular un modelo precioso que oponer frente al orgullo de los pueblos grandes de los pueblos fuertes de esos que se blasonan de ser primogénitos y puros de esos altivos mayorazgos que hoy comí ayer vierten a chorros la sangre y las lágrimas por la codicia por la tierra por la ilusión del linaje la vanidad del oro. Está hecha de retazos y de contrastes de agua y de roca de sol y nieve de posos célticos latinos ha logrado erigir una republica dichosa y patriarcal espejo de virtudes ciudadanas

Impresiona, por ejemplo, la descripción de Ginebra. El periodista siente un hervor indefinible antes el maravilloso paisaje (… en el inmenso circo del Jura y de los Alpes al pie del lago más cristalino del mundo… el agua la luz el sol la nieve y el pino la vid dan alfombra y dosel a su belleza inmarcesible) en cuyo marco incomparable se da cobijo a las pasiones humanas la codicia el fanatismo. Allí la tétrica figura de Calvino el heresiarca o el fuego que llevó a la hoguera por discrepancias religiosas a Miguel Servet, la misantropía de Rousseau o las tragedias del alma de Amiel. La ciudad suiza es el pórtico del mundo moderno el contrato social el protestantismo y esos conflictos universales que hoy se resuelven a cañonazos. Ved a qué estado de cosas nos ha llevado la utopía al pie de la estatua del gran filosofo ginebrino y alemana lo mismo que Zurich y Berlín es Prusia. Ricardo León pasea su elegante mirada de caballero español por la Europa en ruinas de 1914 sin obviar los contrastes de la reacción psicológica frente a los desastres de la guerra de franceses y alemanes. Aquellos tan pagados de sí mismos vanidosos y enfáticos sacan sus muñones a relucir pero en la capital alemana todo es orden circunspección y libertad y mundo moderno. El poder de la esfinge es el poder de las masas. No indaga las causas determinantes de aquel conflicto augural de un tiempo nuevo. El escritor  antes se había paseado por los suburbios de Whitechapel londinense o la banlieu parisina por el Rastro o las Peñuelas de Madrid y llega a los magníficos suburbios al otro lado de Whilhemstrasse y de la cerca del Spree (Prenzlauer, Weissensee, Pankow. Lichtenberg) y observa otra forma irredenta de comportarse y de llevar con dignidad sus propios andrajos. Dice que Alemania es socialista. Los obreros acuden a la Opera leen libros y regalan violetas a sus amadas. Viven en habitaciones claras limpias modelos de higiene y de dignidad. “estos suburbios no se parecen a los de los pueblos mediterráneos donde las gentes viven al aire libre como en un aduar”.

Las páginas de este Unter den Linden o “Bajo los tilos”[2] exhiben la dignidad y elegancia de su autor un español rubio al que los alemanes tomaban por un miembro de su propia etnia y que se declaró germanófilo- ello le condenó a las galeras del ostracismo con que se premia al ingenio en este país- aun al socaire de su defensa de la neutralidad española en la primera gran guerra lo que deparó un pequeño respiro a la economía nacional. El arte redime y ennoblece los rostros. Alemania prefiere los libros filosóficos a los panfletos y artículos periodísticos de la norma gala o del libelo inglés. Es la marca de la casa, el garbo idiomático. La lengua alemana puede calificarse de sesuda y la inglesa más panzuda y a ras de tierra, quizás más periodística. Ellos pusieron en marcha otra clase de periodismo un estilo poco agraz y en que parecen escucharse las notas de la “Patética” de Beethoven. Potsdam es la Puerta del Sol de Berlín. Hay cocheros con los mostachos de azafrán que dormitan sobre el pescante arropados en sus abrigos de pieles en el bolsillo una botella de “brennenwasser” (aguardiente), cruza el cielo de vez en cuando un zeppelín. El ludir de las armas y el clangor de los cañones se escucha lejos en Berlín. Camino de Templehoff desfila una compañía de zapadores al son de los tambores y del flautín “marchando hacia o hacia la muerte”. El alférez que porta el estandarte de la Wehrmacht es un teutón de pelo jaro. El cronista pulsa los registros de una metrópoli racialmente halógena donde los tufos de los tirabuzones israelitas se mezclan con los turbantes indios los rostros eslavos con los zulúes. En algunas boites del barrio elegante cerca de los jardines de Sans Souci Ricardo León advierte ya elementos conspiradores sobre todo judíos que anuncian la caída de Hindenburg. “Haremos correajes con la piel de las alemanas”. La frase le causa horror pero al escriba de tal soflama no lo detiene la policía. Berlín era la capital de la democracia y la libertad en plena IGM. Después de esta tragedia se va a incubar otra tragedia y el sujeto que escribe tales infamias no es detenido por la policía, apostilla el escritor. La policía no entra en tales garitos. El estado mayor prohíbe a los soldados y oficiales que frecuenten tales establecimientos donde ya se incuba la revolución por venir. Rosa Luxemburgo arengaba a las huestes comunistas subida a una escalera de Tiergarten que era a la sazón una versión berlinesa del Hyde Park londinense. “Bajo los tilos” es una maravilloso libro de viajes porque describe lo que está ocurriendo en Europa y anuncia lo que ocurrirá doble sobre sencillo. El libro es como un lieder o canto melancólico a la belleza perdida, a las hermosas y sonoras palabras del buen decir. Es un canto desenfadado y picaresco a las alegres muchachas que pintara Cranach, Grunewald, Holbein o que cantara en sus rimas Heine o musicara Wagner y Mozart. Germania al rojo vivo víctima como siempre de una inexplicable ojeriza de un odio universal. “bochos” fueron Göethe Kant, Leibnitz, Humbolt. Bach. Haydin. Herder. Schiller. Siemens. Virchow. Detrás de esta compaña de difamación global la Inglaterra de lady McBeth con perfidia y acucia maneja los hilos esparciendo las semillas del odio pero el odio es pasajero y únicamente el bien permanecerá y el día del castigo llegará antes que el del arrepentimiento. Aquí se plantea una falacia. Alemania victima de esta incesante labor de zapa de la propaganda antigermana como un día lo fue España. La caricatura del boche fosco torpe bárbaro militarista la antigua bestia rubia que surgió de la selva negra se compadece con la del español fanático cruel sanguinario e inculto. Sin embargo, no hubo pueblos en el mundo que hayan amado tanto las flores y los libros. La sangre gótica de los hispanos les hace consagrar a las encinas de nuestras dehesas como deidades del bosque y esa querencia hacia el terruño y las raíces. En medio de tales paralelismos existen no pocas diferencias.
 
 
 
El germano es disciplinado constante y dado a transigir y a pactar. En España en saliendo a la calle uno se arriesga a verdaderos “casus belli”. Una mirada una mala palabra un cambio de acera puede desenvainar los aceros. ¿Por qué resulta más sencillo convivir en los países protestantes que entre los que se dicen católicos? La milicia dice es la religión de unos cuantos hombres honrados. Por eso el militarismo prusiano no es agresivo no fue al merodeo y al expolio de los países que colonizó muy al contrario que Inglaterra a la que hace responsable del desencadenamiento de la Gran Guerra. Agentes británicos estuvieron detrás del magnicidio de Sarajevo. Inglaterra ha robado todo lo que ha querido a lo largo de los siglos y con esta política le fue bien pero Alemania basa su grandeza en el esfuerzo en el trabajo en su pasión por la ciencia. La mejor gramática inglesa por ejemplo se debe a Grimm y fueron Zeuss y Ebel los lingüistas que sistematizaron el gaélico. Los ingleses conquistaron la India pero el conocimiento del indoeuropeo punto de arranque de la mayor parte de las lenguas de Europa se debe a científicos alemanes. Schliemann descubrió las ruinas de Troya y nos acercó a la Grecia clásica. Bayer Wassermann Roëntgen abrieron para la humanidad nuevos caminos en la bioquímica la medicina y las vacunas. Las guerras traen cambios sociales económicos estructurales. Son un incentivo de progreso. Con ellas el genero humano se purifica y recobra fuerzas. Las guerras son podas demográficas. Son el tubo de ensayo donde se produce una nueva sociedad.

Los hombres se fueron al frente y son las mujeres las que quedaron en casa las trabajan en las fábricas. Irrumpe el feminismo en la edad moderna aunque tenga que hacerlo sobre montones de cadáveres. Ello supone un primer paso a la revolución sexual de nuestros días. ¿Comenzó en la guerra del 14 el Apocalipsis? Alemania aguanta su dolor y se bebe las lágrimas. La disciplina y el patriotismo evitaron el caos pero, sumida en el titánico esfuerzo (“cerrad los dientes pero abrid la mano y el corazón”recomendaba el canciller Holloweg a sus compatriotas) perdió a toda una generación en las trincheras. El Tratado de Versalles fue un diktat, un trágala. Germania contra todos y bajo las garras de Shylock. Britannia que carece de amigos sólo tiene intereses y que practica como axioma de su política externa la norma de divide y vencerás de los romanos cuando conoce las negociaciones de Berlín con Estambul para la construcción de un ferrocarril que uniría Viena con Bagdad el Oriente Express envía sus barcos de guerra a la península de Jutlandia. Zahareño no fue más que la espoleta la bomba real se ocultaba en los intereses financieros de la City. Es lo de siempre.
 
 
 
 
 
Este libro que es un  gran reportaje tiene mucho de ensayo filosófico. En contra de lo que dijeron sus detractores que lo ningunearon por su prosa arcaica y el garbo antañón de este caballero audaz de las letras hispanas, Ricardo León no es un misoneísta. Se siente fascinado por la nueva tecnología sobre todo durante su visita a la AEG (allgemeine elektrische gemeinshaft( todo un monumento de estilo dedicado a la diosa de la Electricidad que mueve todos los émbolos y empucha desde todos los enchufes de nuestros días. Nadie con tanta maestría y en Roman paladino ha descrito y mencionados los nuevos trebejos que hacen la vida del hombre actual más cómoda: generadores magnéticos y dinamos, alternadores, transformadores, arcos voltaicos mecanismos de telefonía y de galvano plastia. “la diosa Electricidad, madre y señora de nuestro siglo, se yergue aquí enigmática y potente como la antigua dea fortis, la Minerva apacible y militar, diosa a la vez del sabio y del guerrero, del heroísmo y del arte”. El lector se sumerge en las páginas de este libro como en un mar de fantasía periodística y emerge con el alma atezada de orgullosa españolía añorando aquel tiempo en que se escribía con tan buen criterio y excelencia. Una visita al Reigstag nos convence de que los males parlamentarios españoles razón por la cual nuestra democracia un siglo después de aquel infausto año de 1914 continua enferma siguen siendo la verborrea, la retórica añeja, el caciquismo, el analfabetismo de nuestros padres de la patria profesionales del chanchullo y la marrullería y el pucherazo y de miles de arbitrariedades que se cometen en nombre del sufragio universal y al objeto de alimentar el ego de una oligarquía o castuza integrada por diputados, ministros, medios de comunicación y jueces a su servicio. Se trata de un malacate, la noria no para en su febril actividad incesante. Los azudes tornan arriba y abajo y cada cual porta el agua a su molino. El caso es enriquecerse. Sin embargo, en Alemania se considera la política no como un oficio lucrativo sino como un servicio al interés común. Los diputados no cobran y se sienten representantes del pueblo. Hay sacerdotes, médicos, agricultores. En el arco parlamentario se abomina de la retórica, no se hace la bombilla ni se pronuncian discursitos. ¡Qué contraste! Puede que las comparaciones sean odiosas pero en el palacio de las Cortes de la Carrera de San Jerónimo los padres conscriptos siguen mirándose al ombligo hoy como hace cien años. Ahí nos las den todas y “agua y sol y guerra en Sebastopol” como solía decirse. Con sus escritos el periodista malacitano fue tachado de carca de germanófilo, injurió a los socialistas. Cometió un pecado que en España nunca se perdona el llevar razón, el de practicar con elegancia la cordura y la ponderación. Su testimonio, no obstante, queda ahí. La hecatombe del Somme fue un preludio de la segunda guerra mundial mucho menos cruenta que la primera porque el número de muertos no llegó ni a la mitad aunque de unas consecuencias políticas mucho más deletéreas. Se sigue culpando a Alemania del desencadenamiento de las dos contiendas pero a la sombra de Bismarck o de Hitler se proyecta la cara oculta de la bestia sin rostro o dicho de otra forma según trasciende de la lectura de “Bajo los tilos” Alemania no tuvo la culpa, fue la víctima, la gran derrotada. Pero no la aniquilaron. Ha resurgido de sus cenizas cual Fénix y actualmente es el estado puntero de Europa. 

 

 

 

 

 

jueves, 3 de abril de 2014

FRACASO SECESIONISTA CATALÁN (1640-1652) VISTO A TRTAVÉS DE LOS OJOS DE UN SOLDADO PORTUGUÉS QUE ESTUVO EN AQUELLA GUERRA BAJO LAS BANDERAS DEL GENERAL ESPÍNOLA

Francisco Manuel de Melo. La guerra de Cataluña.
 


 


 


Son los catalanes de durísimo natural – escribe aquel gran portugués Francisco Manuel de Melo eximio literato un militar amigo de España a cuyo servicio se alistó como alférez del Tercio de Lusitania mandado por otro portugués el marqués de Vélez y que operó en Cambrils en aquellas durísimas jornadas de enfrentamiento entre hermanos  lo que dio en llamarse guerra de Cataluña o Corpus de la Sangre (7 de junio de 1640), amigo de Francisco de Quevedo, como él también estuvo en presidios y de hecho este valioso libro testimonial obviado incomprensiblemente por los historiadores, fue uno de los  cien libros que parió en portugués, castellano y latín a lo largo de los 62 años de su vida tan azarosa y desplazada; no se concibe de dónde sacó el tiempo para la escritura. Estamos, por tanto, ante la figura de un ibero universal,  una joya de la corona, un humanista del imperio, cuyo astro que brilla cuando ya en Flandes empezaba a ponerse el sol-gente de muy pocas palabras, algo a lo que le inclina su lengua madre cuyas cláusulas y dicciones son brevísimas y ponderadas por oposición al habla de lusitanos y castellanos que son idiomas más indirectos y floridos. Son aquellas gentes muy leales y reflexivas, de austero vivir, amantes de su libertad y heroicos pero inclinados a la venganza pues ante la injuria muestran grandes sentimientos. Estiman mucho su honor y su palabra. Aquella tierra que a efectos de su jurisprudencia y regimiento se divide en veguerías de las que Cambrils, Bellpuig, Granollers y Figueras, Balaguer son las más importante, es áspera como el carácter de sus habitantes. Amantes de sus tradiciones bailan comunalmente una rueda al compás de dulzaina o chirimía morisca de notas melancólicas y en su tauromaquia muy diferentes a los lusitanos y andaluces, no matan al toro sino después de prenderlo fuego por el cuerno. Son tercos y contumaces. Los pueblos son muy grandes pero los campesinos a los que llaman payeses viven en alquerías o casas de montaña. Con frecuencia son dados a bandos por sus distintos pareceres como los narros y los cadellels como los guelfos y gibelinos de Milán y los beamonteses y agramonteses de Navarra o los gamboinos y oñates de la antigua Vizcaya. Es el pueblo más libre de la tierra. Cuando por un crimen o agravio son perseguidos de la justicia tiran para el monte y dan en bandoleros. Utilizan como arma un arcabuz corto al que llaman pedreñal y se ciñen una charpa de cuero de la que cuelga un puñal. No llevan sombrero, sólo un bonete de estambre de diferentes colores como distintivo del bando al que pertenecen[1] calzan unas crépidas de cáñamo tejido y atan con peales a la manera griega. Usan poco el vino y lo toman aguado. Comen un pan áspero que portan a la cintura del que se alimentan”.
No puede ser más cabal el retrato del pueblo catalán de don Francisco Manuel en esta importante crónica de los acontecimientos que sembraron de guerra y desolación las villas y ciudades del Principado a lo largo de dos lustros desde 1631-1642 y de los que fue testigo de vista. El libro es un fado que él pulsa con la solercia de un Camoens en que se lamenta de la destrucción de los pueblos peninsulares: Navarra y Galicia que no se sublevaron. Cataluña cuyo alzamiento fue sofocado por la infantería de Armando de Espínola hijo de aquel famoso Mauricio Espínola el del cuadro de las Lanzas que inmortalizó Diego Velázquez al plasmar la rendición de Breda. El Reino de Valencia desde un primer instante fue leal a la corona del Austria. No así Andalucía que coqueteó con el Turco gracias a aquel Álvarez de Toledo duque de Medina Sidonia. El conato fue abortado in nuce y de todas estas periferias sublevadas contra el monarca absoluto sólo salió airosa Portugal que se separó del tronco común con la ayuda de los ingleses, indefectibles enemigos que aparecen como hienas lupinas cuando aprecian debilidad en Madrid. Los lusitanos tuvieron suerte porque murió el conde duque de Olivares cuando se disponía a cruzar la frontera por el Tajo en la villa de Toro y la mar se tragó una escuadra que había él prevenido para ir sobre Lisboa. Se acusa a don Gaspar de Guzmán por su pasión ordenancista y centralizadora de ser uno de los culpables de la sublevación de los Segadores. Melo fue acusado de “españolista” y de traidor encarcelado en Santarem y luego desterrado a Brasil por Juan IV el nuevo rey lusitano al que al parecer le birló la novia. La guerra de Cataluña a resultas de una sedición popular contra la política centralista y burocrática de don Gaspar de Guzmán el inventor del papel de Estado, fue una confrontación más dentro de aquel panorama de guerras que asoló a Europa con la llegada de la edad moderna, después del fracaso del tratado de la isla de los Faisanes entre Richelieu y el Conde Duque o dicho de otra manera entre el Rey Cristianismo, Luis XIII[2]  y Su Católica Majestad Felipe IV. Algunos catalanes molestos por la imposición de impuestos y el pago de gabelas para costear las guerras en los Países Bajos, talante libérrimo el del catalán, ya va dicho, piden ayuda a Paris delatándose republicanos. Richelieu envía un ejército de cerca de cien mil hombres y cruza el Pirineo. En las distintas veguerías se organizan escuadras o somatenes. Los cabecillas más importantes de la rebelión son el canónigo de la Seo Pau Claris, Dalmau Tamarit capitán de caballería, Jaume Ferrand y Rafael Antic quienes reunidos n el Consejo de los ciento en la ciudad condal alzan una lista de cargos contra los castellanos. Se quejan de los robos, estupros, afrentas y otras tropelías de las fuerzas de ocupación. Señalan que la soldadesca integrada por mercenarios italianos, esguízaros, bátavos y tudescos han estragado el país sumiéndolo en el desconsuelo con sus rapacidades y costumbres licenciosas poco acordes con la moral austera de los naturales. Sin embargo, el obispo de Urgell se declara súbdito inequívoco de su Majestad Católica, si es verdad que el fervor monárquico se le congela a medida que cunden los desastres (en la primera semana de diciembre de 1640 la corona de Castilla va a perder un reino: Portugal el viernes 7 de diciembre de aquel año fatídico, y un principado el de Cataluña una semana antes, pero hace a su vez un llamado al cese de la violencia, que se castigue a los incendiarios de templos y monasterios. Melo en esta crónica en que por su estilo elevado conciso y circunspecto recuerda a Tito Livio y al propio cesar efectúa una relación imparcial de los acontecimientos y su mensaje es claro: el pueblo llano paga los errores de la clase dirigente, padece la pecorea de la soldadesca de ambos ejércitos de ocupación y en contra de los publicistas de la leyenda muestra un sincero amar a España y a su lengua sin que ello fuera desdoro de la limosina cuando señala que el Imperio estaba siendo víctima de una conjura; “ingleses, venecianos holandeses y genoveses solo aman su interés en Castilla por ser la puerta donde llega el oro de América que ellos se reparten mediante la propagación de estas contiendas religiosas mientras el Padre Santo de Roma mira para otra parte” El historiador portugués que publica historia y separación y los movimientos la guerra de Cataluña bajo el pseudónimo de Clemens Libertinus en 1645 y la dedica al papa pontificante Inocencio X[3] rogando al obispo de Roma que intervenga para evitar estas divisiones que aparejan la destrucción de Europa por las contiendas entre los príncipes cristianos. El pontífice ni siquiera contestó a su homenaje añadiendo de esta forma una cuenta más al rosario de pecados y culpas de nuestra santa madre iglesia. Roma que suele pagar con ingratitud amarga la lealtad suprema con que siempre miraron al “vicario de Cristo” nuestros reyes (Alfonso X, Isabel la católica, Carlos V, Felipe II) siempre inclina su balanza del lado de Francia. Este es un hecho histórico y a la sazón Inocencio X respaldó a Armando Juan de Plessis a quien coronó con el capelo cardenalicio esto es Richelieu el gran valido de Luis XIII denominado El Justo. El escritor portugués se hace lenguas de la hispana bizarría, de la generosidad de los castellanos y de su magnanimidad en la victoria sin que ello sea óbice a una veta de crueldad y desarrimo entre las banderas. Los encuentra un tanto bocazas frente al mutismo de los catalanes t su notable austeridad. En uno y otro sector hubo tropelías como la toma de Cambrils y nada se diga de lo acontecido aquel 7 de junio de 1638 cuando estalló el motín de los segadores, las turbas arrasaron el fuerte de Montjuich quemaron la casa de la Inquisición. Dalmau de Queralt conde de santa  Coloma padeció martirio. Era un prócer con buenas intenciones que quería contentar a sus súbditos barceloneses sin abjurar de sus principios de lealtad a la corona. Esta lenidad de hombre tolerante y de centro no contuvo a sus asesinos que lo arrastraron por las calles. Un payés cortó al marqués los genitales y se los colocó en la cinta del sombrero. Autentica venganza catalana. No por ignorados y ocultados tales hechos a las nuevas generaciones- las leyes educativas dan una versión muy distinta de saña hispanófoba porque se ha registrado en estos últimos años un legrado de memoria histórica- los luctuosos y terribles sucesos dejan de tener una relevancia perentoria. más guerras en Cataluña después de aquella que causó la muerte de unas doscientas mil personas vinieron luego con la francesada las guerras carlistas o la propia guerra civil española. Una de las causas fue la sublevación de la Generalidad que aplastó el general Godet el año 34, el trágico fusilamiento de Lluys Companys y ya en plena contienda con la aparición de bandos a los que son dados los catalanes como auténticos celtiberos entre el POUM y los comunistas. Que no vuelva a sonar el tambor del Bruch. Ojalá. La historia es maestra de la vida y si no se tiene en cuenta el pasado éste podrá repetirse y aunque la castuza  que nos mangonea haya reaccionado airada a las advertencias de la posibilidad de otra nueva contienda incivil –perderían sus momios, el carácter privilegiado de la castuza- es un aviso a navegantes., el torbellino puede sumir no sólo a Artur Mas sino a Rajoy y a la propia corona del Borbón.


Los males si no son atajados a tiempo y se pone remedio se gangrenan dice Melo con su estudiado laconismo que contempla, impávido, aquellos luctuosos acontecimientos de la España de mediados del siglo XVII. A la clase política no le gustan las verdades. Las nubes de incienso en que pulula la alejan de las realidades de ahí su reacción como cuando un tábano cojonero te pica en los testículos. Cercenada de su región más industriosa y vital España desaparecería bajo las garras de unas nuevas cáfilas imbuidos de un nacionalismo torcaz rancio y antañón de barretina chapela muñeira o montera picona que no se adecua a los postulados del siglo en que estamos. La lectura del historiador portugués  (1608-1666) me ha llenado de paz melancólica, resignación melancólica y de amor a Cataluña, (la Gotta Alonia de los edetanos) y a España.


 


 


RICHELIEU SALIÓ DERROTADO DE CATALUÑA (glosa de la "Guerra de Cataluña" por don Francisco Manuel de Melo")



 


 


 el conde duque fue uno de los responsables de aquel desastre y también fue derrotado al ser depuesto como valido de Felipe IV según cuenta Melo en la foto de la izquierda. Abajo Inocencio X visto por Velázquez su pontificado ocupa el septenio de la ignominia para España 1645-1652 cuando se independizan Portugal y Cataluña


INTERPRESA O CERCO DE  BARCELONA


Pronto se produjo un desencanto de los catalanes con sus aliados franceses a los que habían llamado en socorro de los castellanos porque el comportamiento de la soldadesca gabacha poco difería o acaso fuese peor que el de los tercios y esa sensación de abatimiento, según don Francisco de Melo, después del espíritu revolucionario y jacobino de los luctuosos sucesos del Corpus Christi el 7 de junio de 1640 va a hacer mella en el otoño de ese mismo año cuando Portugal se declara independiente y Cataluña la imita sin conseguir al final la secesión en parte por un golpe de suerte y en parte también por la aplastante superioridad de las banderas de Felipe IV. El regimiento de los irlandeses del general Tyrone consigue entrar en Barcelona (esta vez sí) tras romper el cerco y al cabo de casi once meses de asedio secundado por los walones de Felipe Vandestrassen, el regimiento de la Guardia Regia junto con los tercios de Castilla y de Guipúzcoa y el de los presidios de Portugal cuyo lugarteniente el marqués de Vélez en el que se incardinaba el cronista del que tratamos chaquetearía o por lo menos no mostraría grande interés en la batalla. Fue la guerra de Cataluña ocasión para demostrar la contundencia de la famosa infantería española. Los batidores del regimiento de Medinaceli escalaron la muralla derribando las defensas del castillo de Montjuich (el monte de Júpiter, aunque algunos quieran recomendarlo como el "monte de los judios" cuando en verdad fue un ara que dedicaron los romanos al padre del Olimpo después de arrebatar Barcinona o Brachiniona a los cartagineses renombrándola como Favencia) peleando a pecho descubierto a cureña rasa. Tyrone al frente de su escuadrón murió de dos tiros de arcabuz al pecho durante la primera escaramuza siendo ocupado su puesto por el capitán lusitano Simón Mascareñas.  Las órdenes militares (Santiago, Calatrava, Alcántara y Avis) formaban el grueso de la caballería constituida en cien escuadrones por un total de doce mil jinetes. Detrás venía el bagaje con la impedimenta, el carro de la botica con los hospitaleros y las indefectibles soldaderas. Los estandartes del ejercito eran portados por los maestros clavarios o claveros cuya dignidad episcopal se parangonaba con la de los abades y de los obispos y de ellos el cabo o cabeza insigne era don Pedro de Figueroa que lucía la cruz colorada sobre el pecho de la orden santiaguista. El veedor que se encargaba de las soldadas era don Juan de Benavides a cuyo cargo estaban el pagador Martin de Velasco y el tesorero Pedro de León. Después de la interpresa de Balaguer hubo un motín en las filas reales por el retraso en las pagas y la soldadesca irrumpió en la campiña ilerdense causando desmanes. el general Juan de Ribera maese de campo mandó colgar a toda una bandera después del saco de Perelló. Este retraso en los haberes minó la moral de los combatientes y prolongó los episodios de esta guerra de Cataluña que viene a ser un apéndice de la Guerra de los Treinta Años. sin embargo en el bando de Gallerts y Abuiñí tampoco la moral combativa se mantuvo tan enteriza como al principio porque el ejercito de ocupación del Cristianísimo cayó en los mismos errores que el del Católico. Cundió pues el descontento y el malestar entre los catalanes a los que el historiador portugués reputa como el más libre de la tierra y el más celoso de sus fueros. De su lucha contra los romanos heredaron el temple guerrillero y en verdad la guerra de guerrillas ya la habían inventado Indibil y Mandonio dos celtíberos catalanes. Hostigaban a los tercios con golpes de mano al albur de los pasos congostos y de los desfiladeros, atacaban a las retaguardias y desaparecían sin dejar rastro. En este tipo de despliegue, aduce Melo, eran muy avezados, también valientes y agiles. Recorrían los campos compañías armadas o somatenes a los que llamaban migueletes. Los migueletes o miquelots ahora son esos ágiles mozos que vemos auparse los unos sobre los otros construyendo verdaderas torres humanas en las fiestas patronales pero su origen eran bandas armadas o "grupos de facinerosos huidos al monte" según Melo. Debían su nombre a un famoso almogávar Miguel de Prats que se distinguió durante el reinado de los Reyes Católicos en la guerra de Granada. Sus golpes de mano eran certeros porque antes de cualquier operación el miquelot estudiaba bien el terreno. La tradición seguiría durante la guerra de la Independencia y en las carlistas. Los más fieles soldados de Zumalacárregui eran los miquelots de Gerona verdaderos requetés defensores de la santa tradición porque en el viejo principado de Gotteland (Cataluña tierra de godos poco más o menos como Castilla tierra de castillos, el mismo origen una común raíz y acaso una misma desinencia) conviven las dos tendencias. Una profunda y acendrada espiritualidad católica con una devoción al Santísimo Sacramento del Altar (así los presenta Melo) en colusión con una veta individualista descreída y anarquista. Hay dos Cataluñas como hubo dos Españas. ¿Irreconciliables? Esperemos que no: que la cordura, la sensatez, el estudio o el "seny" prevalezcan sobre el odio, los planteamientos a priori, la venalidad y la ligereza mental y que se fijen los secuaces de Aturo Mas, un político al que respeto y  en contra suya no albergo ningún odio porque a veces como buen catalán dice la verdad, de lo que aconteció con Portugal. Al desgramarse de la empresa común se convirtió en una colonia inglesa empobrecida y desde entonces Lisboa y Madrid viven de espaldas una de otra hasta el punto que no quieren los portugueses que el AVE se adentre hacia las riberas de la desembocadura del Tajo. Aquello fue una verdadera tragedia. En igual medida el principado puede caer en las garras de los franceses a los que tanto aborrecieron cuando Richelieu mandó cruzar el Pirineo a sus fuerzas de ocupación. Cataluña es griega (Ampurias) y romana (Tarragona, Constantí, Tarrasa, Barcinona) y visigoda (Tahull) y judía (call de Girona) o mora (por la tierra catalana que linda con Alcañiz) y en consecuencia española toda aunque con una lengua y unas costumbres diferentes a las de Navarra, Castilla, Andalucía o Aragón.  Es una pena que muchos de mis compatriotas no hayan amado y estudiado a Cataluña -aprendí latín con el tarraconense Mariné profesor de la Complutense- como creo haberla amado y estudiado yo que me considero un escritor y un periodista serio entreverado de judeoespañol. Dejemos que nuestros contertulios que son la voz de su amo de los políticos se desparramen en la mentira o en el odio, meten fajina, hacen bullo, hablan a lo loco y desconocen por ejemplo que en aquella guerra fratricida el primer caído era un tarraconense: Josep de Agramonte, un mosquetero que fue el primero en causar la primera baja y dar su vida por su rey cerca de Perelló.